Y de vez en cuando
amanece un día en el que te apetece ser algo más de lo que la gente
espera de ti. Te apetece ser alguien nuevo, te apetece ser tú misma.
No quieres más pegas, más normas o más trabas. Quieres hacer algo.
Y lo haces.
Te levantas de la cama y
tus movimientos son distintos, más suaves, más felinos. La cara que
te saluda desde el espejo no es la de siempre. Es nueva y tiene ganas
de jugar.
Abres el armario y nada te sirve. Todo pertenece a otra
persona, a alguien completamente distinto, alguien que intenta ocupar
tu lugar día a día. Pero hoy no. Lo ves, al fondo, en una caja y
dices ¿por qué no?
Sales a la calle de otra
forma, caminas con la cabeza alta, te contoneas y tus tacones
repiquetean por el empedrado mientras notas cómo se sube tu vestido
y los hombres te miran el escote. Pestañeas rápido, sonríes de
lado y sientes el cosquilleo del liguero clavándose lentamente
contra tu piel.
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