martes, 1 de octubre de 2013

Liguero

 Y de vez en cuando amanece un día en el que te apetece ser algo más de lo que la gente espera de ti. Te apetece ser alguien nuevo, te apetece ser tú misma. No quieres más pegas, más normas o más trabas. Quieres hacer algo.

Y lo haces.

Te levantas de la cama y tus movimientos son distintos, más suaves, más felinos. La cara que te saluda desde el espejo no es la de siempre. Es nueva y tiene ganas de jugar. 

Abres el armario y nada te sirve. Todo pertenece a otra persona, a alguien completamente distinto, alguien que intenta ocupar tu lugar día a día. Pero hoy no. Lo ves, al fondo, en una caja y dices ¿por qué no?


Sales a la calle de otra forma, caminas con la cabeza alta, te contoneas y tus tacones repiquetean por el empedrado mientras notas cómo se sube tu vestido y los hombres te miran el escote. Pestañeas rápido, sonríes de lado y sientes el cosquilleo del liguero clavándose lentamente contra tu piel.

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